lunes, 18 de febrero de 2019

Hacer de la caída, vuelo

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Aunque siempre deseemos una vida lineal, fácil, cómoda, sin problema; la total felicidad, eso es imposible. Es más, sería una vida demasiado rutinaria, vida sin encanto. Una vida demasiado fácil e igual nos lleva al equívoco. Si bien, es cierto, que hay personas que son muy felices en su rutina y no quieren salir de ella aunque ésta sea muy reducida y simple.

La vida no puede ser lineal y siempre fácil.Tampoco hay que atraer los problemas. Hay personas que no saben disfrutar de las buenas rachas porque están expectantes de que pronto llegará la disarmonía con algún problema. Tampoco es eso.

Se trata de vivir y de vivir profundamente y plenamente. La vida trae y lleva, no siempre podemos controlarlo todo. Somos muy capaces de conseguir que nos pasen cosas buenas. Pero la vida también se encarga de traer lo que no gusta muy a pesar de nosotros. Lo preocupante es que nos pille sin preparación.

Este es el caso de un paciente que en su día acudió a mi consulta con una gran depresión. Había adelgazado 15 Kg por el sufrimiento. No dormía, no tenía ninguna ilusión, todo lo que antes tenía sentido dejó de tenerlo. ¿Qué le había pasado?. Esta persona, en sus 62 años, jamás había estado enferma, ni siquiera por lo que todos los mortales tenemos, una gripe, una fiebre. Estaba tan acostumbrado a vivir sano que se le olvidó que algún día tendría algo. Esto sucedió tal que, llevando una vida muy sana, un día al caminar su paseo rutinario constató que se cansaba más de lo normal. Acudió al médico y efectivamente le diagnosticaron un problema leve de corazón. No obstante, fue tal el impacto que se sumió en una depresión aguda. Salió adelante después de hacer una terapia, no excesivamente larga, donde pudo aceptar que lo anormal había sido no tener nunca nada. Que su naturaleza humana era un lujo era evidente, pero eso no significaba que iba a ser inmortal. Nunca más ha tenido depresión después de este trabajo reflexivo y profundo. Y, por supuesto, ha vuelto a tener contrariedades físicas que ha afrontado normalmente. Hoy está adentrado en edad y es feliz.

Los psicólogos estamos habituados a ver los efectos de la enfermedad en la persona. El deterioro, la inseguridad, la alteración somática, la angustia, el miedo. Todos estos síntomas no son inocuos. A menudo la persona verbaliza que no se reconoce. Y se siente el profundo miedo de no volver a ser. Los efectos de la enfermedad son devastadores.

Pero no puedo explicar con palabras lo que un terapeuta experimenta cuando lucha codo a codo con el paciente por vencer la enfermedad. Y es aquí cuando se constata la grandeza de nuestras posibilidades. Esa capacidad de lucha y de renacer como el ave Fénix. A esta capacidad se le llama resiliencia. Este concepto fue puesto en boga por el médico francés Boris Cyrulnik, quién consiguió eludir la barbarie nazi tras duros acontecimientos vitales. Esta experiencia le motivó a tomar la decisión de ser médico y contar su historia para ayudar a otros.

Es curioso que casi todos los médicos o psiquiatras que hablan de estas realidades, han estado en situaciones muy límites de sufrimiento y se han recuperado y posteriormente han hecho mucho bien a la humanidad. Es el caso de Victor Frankl. En su libro "la búsqueda de sentido" deja claro todo lo que pasó en el campo de concentración y cómo decidió vivir, porque aquel sufrimiento tenía que servir para algo. De ahí su famosa frase: "cuando hay un porqué se soporta el cómo".

En definitiva esto es lo que implica "hacer de la caída, vuelo". Caer no es estrellarse sin poderse levantar. El hombre puede caer muchas veces pero también puede aprovechar su caída para hacer un vuelo más libre, más fuerte y más grande.

Vivir no significa no caer, sobre todo es levantarse. Sólo necesitamos creer que es posible.