domingo, 5 de noviembre de 2017

Digamos adiós a Narcissus

Merzouga  | Morocco, 2017
La paciencia del terapeuta es y debe ser inmensa. Y lo es porque respeta profundamente la realidad del otro. Su momento, su circunstancia, sus lagunas, sus carencias, su dolor, etc... Por eso nunca juzga, su misión es comprender y conocer, nunca etiquetar. Cierto que necesita de la interpretación y del diagnóstico pero como herramientas para la comprensión del conflicto y conocimiento del otro. La primera parte de la terapia que es totalmente exploratoria, toca reestructurar a la persona, recomponer, y a veces - por no decir siempre - se toca el gran sufrimiento, porque la persona que necesita recomponer su vida no está exenta de sufrimiento. Hay heridas, hay hundimiento emocional, falta de autoestima, problemas de identidad, en definitiva se da la lucha por la búsqueda del sí mismo.

Esta búsqueda, siempre difícil, tiene un efecto milagroso:la muerte del ego. En la búsqueda profunda se toca con la verdad, se toca fondo y se conecta con lo mejor de la persona. Es por ello que, una vez buceado el fondo, el ego ya no tiene sentido y es cuando se necesita salir hacia fuera. Ese salir hacia fuera hace que se caiga en la cuenta del "otro" de la riqueza y bien que es el otro en la vida propia.

Hablaba al comienzo de la paciencia y templanza del terapeuta pero no os he dicho las muchas veces que he tenido grandes deseos de decir a mi paciente: deja de mirarte al ombligo, deja de quejarte y lamentarte, deja tu egoísmo narcisista y haz algo por los demás que te vendrá muy bien. Aunque, debo confesar que, más de una vez lo he hecho y ha dado un resultado tremendamente terapéutico. Y si lo he hecho en varias ocasiones es porque mis propios pacientes me lo han enseñado.

En una ocasión me llamaron a última hora de la tarde los familiares de un joven que yo trataba. Llevaba el día desaparecido y por fin lo encontraron ensimismado y enajenado y con indicios de autolesiones en la muñeca. La familia muy asustada me comunicaron que se ponían en viaje hacia mi consulta. Eran de otra provincia muy cercana la mía. En coche algo más de media hora. Yo tuve tiempo de sacar el historial y estudiarlo detenidamente. Una vez hecho esto tomé la decisión de arriesgar. Llegó, entró cabizbajo y muy ensimismado, con cara de enfado, y nada comunicador. Cierto que tampoco le dí mucha oportunidad, pues yo ya estaba preparada para el ataque. Y claramente le dije: ¿cuando piensas madurar?, ¿a qué juegas?, ¿qué pretendes?, ¿por qué no sales de tu narcisismo estúpido que tanto te hace sufrir y haces sufrir y te pones hacer algo de provecho por alguien?. En esta línea fue la casi hora que estuve con él. No dijo nada, absolutamente nada, de vez en cuando levantaba la cabeza que la tenía casi en el suelo y me clavaba la mirada. Cuando acabé le pregunté si quería decir algo a lo que respondió con gesto que no. Entonces le dí nueva cita y acabé. Le acompañé a la puerta y justo cuando me disponía a abrirle la puerta y salir se giró me miró profundamente con ojos vidriosos y me dijo: gracias!, de verdad gracias y me dio un beso. Cuando cerré la puerta respiré profundamente y dije: gracias Dios mio. Comprendí que ese muchacho empezaba a vivir de verdad. Comenzó su salvación. Y así fue. Seguimos en terapia bastante tiempo pero fue super-gratificante verle crecer, madurar y construir su vida positivamente. Era y es un gran intelectual y hoy ya un hombre maduro es muy feliz y jamás volvió a tener una crisis importante. Y lo que es más importante: está en el proyecto de vida que realmente desea con grandes éxitos profesionales. Vive fuera de España y jamás hemos roto el vínculo que aquella noche difícil nos unió. Hoy puedo decir que somos amigos aunque él siempre dice que primero soy su terapeuta, ..., queridos amigos esto es vivir de dentro hacia fuera.

Y quiero acabar recordando a Nietzsche cuando dijo muy celebremente: que el mejor modo de comenzar la jornada, al despertar, es reflexionar si existe la posibilidad de hacer  "el bien" al menos a un hombre.

Probemos y veamos lo que pasa. Con toda certeza sera para  bien.