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Museo de la Evolución Humana | Burgos |
Durante la carrera nunca perdí contacto con el dolor en todas sus formas: enfermedad, muertes, marginación social, problemas familiares, crisis existenciales, desgarros afectivos importates, en definitiva: dolor, dolor y sufrimiento que rompen la unidad personal, que desestructura, que aniquila, que hace que el ser humano pierda el norte y, lo que es más importante, el sentido de su vida.
Desde muy temprana edad comprendí que el alma duele. Si, el alma duele. Y esto lo sabe muy bien todo aquel que ha tenido un sufrimiento importante en su vida.Y, cuando el alma duele, nada importa ya, todo se vuelve oscuro e insostenible. Pero es entonces cuando en este sufrimiento se descubre que en la oscuridad también hay luz. Y esta luz tenue en el dolor es lo que hace que se aguante porque la esperanza emerge de nuevo. Es cuando el sufrimiento comienza a formar parte de la vida y no anula la capacidad de ser feliz, al contrario. Se puede ser feliz y sufrir. Lo que no se puede es tener permanente la tristeza, la falta de alegría, de ilusión, de entusiasmo. El sufrimiento no es incompatible con la felicidad, sin embargo la tristeza como rasgo de carácter sí.
También comprendí y percíbi con gran alegría, la gran capacidad y potencial que tenemos. Soy una apasionada del ser humano, de la persona. ¿Acaso hay algo que merezca más la pena?.
Pero cuando tocas lo grande que somos, la fuerza que tenemos, el precioso misterio que somos, todavía te apasionas más. Soy una mujer apasionada, pero no lo confundamos con el idealismo ciego. No, conozco también nuestra debilidad: la miseria. Es cierto que como especie humana somos más fuertes que como individuos. El problema a veces es que apenas se percibe al individuo. Este es el mayor problema. Cuando el individuo no aparece por ninguna parte es entonces cuando somos un caos. Es cuando la inconsciencia, la sin razón, la deshumanización se adueña de nosotros.
Aprendí pronto también que somos muy necesitados y el que crea que no lo es está muy equivocado. Todos necesitamos de todos, somos grandes pero frágiles y para mí constatar esta realidad me hizo crecer en humildad. He visto a grandes torres caer. Esas torres que se creían en la posesión del poder y del control, que creían que eran supermanes que infravoloraban a los demás, que se reían de los que consideraban débiles y pequeños y derrumbarse de tal manera que quedaron rotas en pedazos. Y la verdad es que, cuando nos vemos en situaciones límites, somos los seres más demandantes y necesitados del mundo. Y es que, al final, todos somos iguales. Hay un momento en la vida en el que todos confluimos.
En mi ya larga historia como terapeuta clínico descubrí la gran tenencia que tenemos por la vida, la gran capacidad de regeneración, superación y supervivencia.
Sí, el ser humano es un misterio maravilloso que merece la pena.