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Donosti | diciembre, 2014 |
Yo puedo decir que he sido muy privilegiada. Llevo ejerciendo profesionalmente más de 30 años y tengo la certeza de que no me equivoqué y que he sido feliz. Ejerzo la psicología clinica, soy terapeuta. Recibo todos los días a personas que depositan su confianza o abren su alma.
Pero empezemos por el principio. Es decir, ¿cómo llegué hasta aquí?. Desde niña fuí inquieta, observadora, reflexiva, vital, entusiasta, con deseo de saber, alegre, altruista y - por supuesto - idealista, que es lo que, en verdad, tiene que ser una joven.
Cuando llegó el momento de elegir carrera tuve dudas. Primero en mi casa no se podia aspirar a que un hijo estudiara carrera. Pero lo logré con el apoyo que pude tener de mis padres y con mi capacidad de trabajo y entusiasmo. Una vez que se decidió que iba a la universidad, en un principio pensaba en estudiar medicina. Pero ese verano cambié de idea. Y la causa fue que, como joven que gustaba del conocimiento de experiencias, ese verano estuve, como voluntaria, en un centro donde tuve experiencias muy determinantes y altamente enriquecedoras. Para una joven que empeza a la vida, fue determinante tomar contacto con fuertes experiencias de dolor, sufrimiento, carencia, debilidad, marginación, rechazo familiar y muerte, muchas muertes. Hice de todo, aprendi a curar, a poner inyecciones, a tomar la tensión, a limpiar. Pero siempre tuve gran curiosidad por saber del otro, sus problemas, sus sentimientos, su situación vital, por eso me paraba a escuchar.
Es así como llegó a mi el misterio de la vida y de la muerte. Desde muy temprana edad he estado en contacto con este misterio. Pero lo que nunca podía imaginar una joven llena de vida es que alguien desee morirse aún sin tener nada físico y se muera. Sí, cuando se desea morir uno se muere aunque no esté enfermo, acaba enfermendado por inanición. Aquello me resultó tremendamente impactante y me hizo reflexionar mucho. ¿Por qué no se desea la vida? ¿Cuánto sufrimiento tiene que tener un ser humano, en este caso interno, para desear la muerte como liberación? ¿No se puede salvar a la persona de esta situación? ¿cómo es la mente humana que busca esto?. Así es como decidí que sería "médico" de la mente humana. Así es como me gusta defenirme.
Y tuve claro que no quería ser médico psiquiatra. Yo quería tratar y conocer la psique. Trabajarla, conocerla y si es necesario, cambiarla. No me interesaba la enfermedad mental como tal. Me interesaba la persona que padece la enfermedad. Muchos colegas psiquiatras y neurologos me han invitado después a estudiar medicina. De haberlo hecho estoy convenciada que lo hubiera hecho para ampliar conocimiento y ayudar más integralmente a la persona, pero hubiera seguido siendo psicologa. Mi pasión es la persona, su misterio.
Me muevo como pez en el agua en el mundo del otro. No me ha asustado nunca entrar en el mundo del otro, al contrario me siento cómoda. Sin embargo sí me contrarían algunas de las tendencias o formas de persar del ser humano. Hoy es el día que me rebelo ante la mediocridad, ante la vida no vivida, ante el mal y todas sus formas, ante la falta de verdad, ante la injusticia, ante el abuso al pobre o al débil, ante el egoismo, ante la falta de corazón, la falta de compasión y la falta de comprensión. No soporto las etiquetas que tan fácilmente diagnostican a las personas sin ni siquiera aproximarse a conocerlas. Sí, he visto lo bueno, lo malo y lo menos malo del hombre, lo mejor y lo peor. Por eso mi trabajo no ha sido sólo curar, orientar o potenciar los recursos de las personas. En muchas ocasiones a traves del análisis se hace una formación, una capacitación en la que se construye individuo, persona. Y esto es lo apasionante. Porque en un terapia el síntoma es eso: síntoma y como tal hay detrás un contenido que muchas veces hay que formar, reeducar, enriquecer, orientar y fundamentar. Construir persona. Verdad es que todo aquel que hace un recorrido terapeútico sale con mayor conocimiento de sí, más fortalecido, mucho más adulto y por supuesto con mucho más equilibrido aunque nunca lo haya estado, y algo que yo valoro muchísimo: libre, sale mucho más libre y al ser más libre ama más y mejor.
Me muevo como pez en el agua en el mundo del otro. No me ha asustado nunca entrar en el mundo del otro, al contrario me siento cómoda. Sin embargo sí me contrarían algunas de las tendencias o formas de persar del ser humano. Hoy es el día que me rebelo ante la mediocridad, ante la vida no vivida, ante el mal y todas sus formas, ante la falta de verdad, ante la injusticia, ante el abuso al pobre o al débil, ante el egoismo, ante la falta de corazón, la falta de compasión y la falta de comprensión. No soporto las etiquetas que tan fácilmente diagnostican a las personas sin ni siquiera aproximarse a conocerlas. Sí, he visto lo bueno, lo malo y lo menos malo del hombre, lo mejor y lo peor. Por eso mi trabajo no ha sido sólo curar, orientar o potenciar los recursos de las personas. En muchas ocasiones a traves del análisis se hace una formación, una capacitación en la que se construye individuo, persona. Y esto es lo apasionante. Porque en un terapia el síntoma es eso: síntoma y como tal hay detrás un contenido que muchas veces hay que formar, reeducar, enriquecer, orientar y fundamentar. Construir persona. Verdad es que todo aquel que hace un recorrido terapeútico sale con mayor conocimiento de sí, más fortalecido, mucho más adulto y por supuesto con mucho más equilibrido aunque nunca lo haya estado, y algo que yo valoro muchísimo: libre, sale mucho más libre y al ser más libre ama más y mejor.